Nunca es tarde para empezar de cero, para quemar los barcos. Para que
alguien te diga “yo sólo puedo estar contigo o contra mí”.
Nunca es tarde para cortar la cuerda, para volver a echar las campanas
al vuelo, para beber de esa agua que no ibas a beber.
Nunca es tarde para romper con todo. Para dejar de ser un hombre que no
pueda permitirse un pasado.
Y además es tan fácil. Llega María, acaba el invierno, sale el sol. La
nieve llora lágrimas de gigante vencido. Y de pronto la puerta no es un error
del muro y la calma no es cal viva en el alma, y mis llaves no cierran y abren
una prisión.
Es así, tan sencillo de explicar. Ya no es tarde. Y si antes escribía
para poder vivir, ahora quiero vivir para contarlo.
— Benjamín Prado
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