martes, 25 de julio de 2017

Soy, aunque a veces no esté.


“Tras haber leído, subrayado y quemado cada una de las hojas me he dado cuenta de que yo nunca fui Don Quijote, porque nunca fui valiente, nunca me atreví a enfrentarme a mis gigantes, he aprendido que el invierno no era la llegada del frió, si no ver llorar a mi padre, he llegado a la conclusión de que nunca acabare de memorizar cada una de mis cicatrices porque las sigo confundiendo con heridas cuando me empeño en abrirlas, he medido la distancia en abrazos que le debía a mi hermana. Me he dado cuenta de que el amor no tenía nada que ver con lo que me habían contado, solo tenía que ver contigo, y solo lo he sabido cuando a mitad del huracán he necesitado crear mapas con la piel de tu espalda.

He aprendido que no es a la tercera cuando te das por vencido, porque nunca has de rendirte, que voy a tropezar, a caer y hacerme tantísimas heridas que voy a querer tener un doctorado en huidas pero acabare tirando para adelante, porque sin andar no hay camino y sin camino no hay historia, ni victoria, solo derrota, además andando hacia atrás uno siempre tiene más probabilidades de tropezar con la misma piedra. También he aprendido que la magia del naufragio no está en llegar a ser superviviente, si no en aprender a bailar con el vaivén del mar en mitad de la tormenta, agarrar el timón, aguantar el tirón, enamorarte de la corriente, ser paciente que las nubes se irán, que ya lo decían los Beatles, el sol en algún momento va a llegar, y mientras, mientras tendríamos que bailar, bailar escuchando Calamaro, cantando con mi padre a Glee en el coche, otorgándole a la noche un derroche de caderas.


De veras creías que iba a rendirme, los que estuvisteis apuntándome con el dedo, deberíais saber que sigo siendo yo la que me pongo la pistola en la sien y la que decido si apretar o no el gatillo, que no hay más balas para mí que las que yo misma fabrico y no tengo más heridas que las que yo me hice por voluntad propia. Lo bueno de tener el corazón hecho pedazos, que las balas de los demás tal como entran, salen. En fin que no necesito la saliva de nadie para curarme, eso tuve que aprender a hacerlo yo sólita, que por mi suerte o para vuestra desgracia todavía no voy a ser el blanco fácil de nadie, porque lo único que me hace llorar es ver cada domingo a mi madre despedirse en la estación. No busco la aprobación de algún que otro imbécil que me dirá que esto no es poesía, porque es verdad no lo es, esto es vida, la mía, asi que ya decidiré yo como escribirla. En fin, que sigo queriendo a morir a todos los que me agarran cuando me fallan las fuerzas, que sigo teniendo en cuenta que aunque llegue el día que la sonrisa se me tuerza van a a estar ellos colocándome el mundo, y por eso lo último, pero más importante que he aprendido es que no soy, aunque a veces no este, si no que estoy, aunque a veces no sea. 


— 
Loreto Sesma


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aunque ya no permitas

Aunque ya no permitas que mis manos te acaricien. Aunque ya no consientas que mis ojos y mis amores te invadan. Aunque ya no...