“Tras
haber leído, subrayado y quemado cada una de las hojas me he dado cuenta de que
yo nunca fui Don Quijote, porque nunca fui valiente, nunca me atreví a enfrentarme
a mis gigantes, he aprendido que el invierno no era la llegada del frió, si no
ver llorar a mi padre, he llegado a la conclusión de que nunca acabare de
memorizar cada una de mis cicatrices porque las sigo confundiendo con heridas
cuando me empeño en abrirlas, he medido la distancia en abrazos que le debía a
mi hermana. Me he dado cuenta de que el amor no tenía nada que ver con lo que
me habían contado, solo tenía que ver contigo, y solo lo he sabido cuando a
mitad del huracán he necesitado crear mapas con la piel de tu espalda.
He
aprendido que no es a la tercera cuando te das por vencido, porque nunca has de
rendirte, que voy a tropezar, a caer y hacerme tantísimas heridas que voy a
querer tener un doctorado en huidas pero acabare tirando para adelante, porque
sin andar no hay camino y sin camino no hay historia, ni victoria, solo
derrota, además andando hacia atrás uno siempre tiene más probabilidades de
tropezar con la misma piedra. También he aprendido que la magia del naufragio
no está en llegar a ser superviviente, si no en aprender a bailar con el vaivén
del mar en mitad de la tormenta, agarrar el timón, aguantar el tirón,
enamorarte de la corriente, ser paciente que las nubes se irán, que ya lo
decían los Beatles, el sol en algún momento va a llegar, y mientras, mientras
tendríamos que bailar, bailar escuchando Calamaro, cantando con mi padre a Glee
en el coche, otorgándole a la noche un derroche de caderas.
De
veras creías que iba a rendirme, los que estuvisteis apuntándome con el dedo,
deberíais saber que sigo siendo yo la que me pongo la pistola en la sien y la
que decido si apretar o no el gatillo, que no hay más balas para mí que las que
yo misma fabrico y no tengo más heridas que las que yo me hice por voluntad
propia. Lo bueno de tener el corazón hecho pedazos, que las balas de los demás
tal como entran, salen. En fin que no necesito la saliva de nadie para curarme,
eso tuve que aprender a hacerlo yo sólita, que por mi suerte o para vuestra
desgracia todavía no voy a ser el blanco fácil de nadie, porque lo único que me
hace llorar es ver cada domingo a mi madre despedirse en la estación. No busco
la aprobación de algún que otro imbécil que me dirá que esto no es poesía,
porque es verdad no lo es, esto es vida, la mía, asi que ya decidiré yo como
escribirla. En fin, que sigo queriendo a morir a todos los que me agarran
cuando me fallan las fuerzas, que sigo teniendo en cuenta que aunque llegue el
día que la sonrisa se me tuerza van a a estar ellos colocándome el mundo, y por
eso lo último, pero más importante que he aprendido es que no soy, aunque a
veces no este, si no que estoy, aunque a veces no sea.
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Loreto Sesma
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